miércoles, 13 de enero de 2010

La "bonita" familia priiista...




De viaje en París

Según la columna de Templo Mayor publicada en el periódico Reforma, el góber precioso anda paseándose en parís con cargo al erario…
“Pa’ que no digan que a Enrique Peña sólo le interesa El Vaticano, hace unos días el mexiquense anduvo paseando su copete por París.
Quién sabe si regresó a Europa sólo para recibir el nuevo año, pero lo que sí es seguro es que el 3 de enero estaba festejando en uno de los hoteles más lujosos de la capital francesa: el legendario George V.
Nomás para darse una idea, en este hotel (ahora de la cadena Four Seasons) la tarifa más económica por noche es de 750 no dólares: ¡euros! (casi 15 mil pesos).
Pero si se pide el "paquete romántico", que incluye sesión de spa, botella de champaña y arreglo floral en la habitación, el precio sube a algo así como 18 mil pesos diarios.
Quienes vieron a Peña cuentan que en todo momento estuvo de la mano de Angélica Rivera, su ya inseparable "Gaviota", y que sólo la soltaba para revisar una y otra vez su BlackBerry.
Según dicen, los primeros novios mexiquenses no iban solos, pues estuvieron acompañados por otras cuatro parejas. Y quienes los vieron juran que, eso sí, Peña fue el mejor portado de los cinco señores.

Dilema panista

Sergio Aguayo Quezada
El PAN preservó por medio siglo su esencia, pero fue incapaz de gestionar el poder y se impregnó del sistema de valores que había combatido y actualmente deambula como clon priista. Hoy existe evidencia empírica que permite entender mejor la génesis del principal dilema panista.
Hago una aclaración. No estoy acusando de corruptos a todos y cada uno de los panistas. Nada de eso. Escribo pensando en el drama de aquellos panistas que crecieron con un marco de valores sólido y que ahora ven con azoro la incapacidad de su partido para contener la corrupción que se pasea oronda, después de haber enfrentado y derrotado con serenidad, donaire y aplomo al vendaval de la alternancia. ¿Qué sucedió?, o para ser más preciso ¿cómo fue que sucedió?
La respuesta más fácil es levantar el dedo acusador y orientarlo hacia Guanajuato, en donde viven quienes mejor encarnan la "caída": Vicente Fox y Marta Sahagún. Es interesante ver que ése es uno de los puntos de consenso de buena parte de los entrevistados por Carmen Aristegui para su indispensable libro, Transición (Grijalbo, 2009). ¿Se justifica satanizar a la pareja que gobernó México o estamos ante otra manifestación de la legendaria mala leche del bilioso "círculo rojo"?
Jorge G. Castañeda se inclina por lo segundo. En su ensayo "Fox y los intelectuales" (Letras Libres, junio de 2008), considera que en su tratamiento de Fox la "intelligentsia [estuvo influida por] sus viejos prejuicios y privilegios" y que eso explica el destazamiento del gobierno de Marta y Vicente. ¡Por supuesto que hay algo de elitismo sangrón y defensa de canonjías! Sin embargo, Castañeda guarda silencio sobre un ingrediente central tras la ruptura.
Fox se vendió como un reformador socialdemócrata pero cuando entró a Los Pinos abandonó sus compromisos y se capituló, rindió, arrodilló, doblegó, etcétera, frente a los usos, costumbres e intereses del pasado. En su gobierno no hubo verdad ni justicia sobre las grandes violaciones a los derechos humanos; tampoco combatió la corrupción ni derrotó las desigualdades; y en su obsesión por frenar a Andrés Manuel López Obrador arruinó la equidad y confiabilidad de las elecciones que habían sido la base de su entendimiento con los intelectuales.
Estarían luego los cambios epidérmicos. Cuando la pareja estaba en campaña se presentaba como gente sencilla y campechana; al instalarse en Los Pinos sobrevino una metamorfosis que incluyó al lenguaje porque, para hacerse un lugar en el mundillo intelectual, rociaron sus discursos con citas de pensadores de talla mundial. Las pifias y dislates se amontonaron y el despellejamiento fue despiadado. ¿Quién tendrá más responsabilidad? ¿Los periodistas e intelectuales que señalaron con sarcasmo y mala leche los despropósitos de la pareja o quienes pretendieron ser lo que nunca fueron, son o serán?
Con toda la importancia que tienen, las biografías individuales son insuficientes para entender la transformación del PAN. A reserva de que siga abundando sobre el tema, el primer gran parteaguas fue el desplegado de noviembre de 1988, en el cual le concedían a Carlos Salinas de Gortari la posibilidad de legitimarse con resultados. Después estarían los métodos de Diego Fernández de Cevallos o la alianza de Fox y Felipe Calderón con Elba Esther Gordillo, una maestra que, por cierto, también se presentaba como socialdemócrata en la década de los años noventa.
Éstas y muchas otras historias personales se subsumen en la evolución del colectivo. Hay información empírica que lo demuestra. Otro hallazgo del último libro de Alejandro Moreno, La decisión electoral (Porrúa, 2009), es que las victorias panistas en las urnas causaron incrementos notables en los militantes y simpatizantes del PAN. Quienes se identifican como "panistas -escribe- son de nueva forja" (pp. 75 y 88).
Las cifras confirman que, a partir de los años noventa, el PAN enfrentó el asedio más intenso y violento de su historia. El organismo y sus líderes vivieron la embestida de búfalos y jilgueros entrenados para masajear egos, acomedirse a hacer "todo lo que se le ofrezca al/a señor/a" y resolver todos los problemas porque un buen cuadro del "sistema" es doctor en todología. Moreno encontró en sus encuestas que un alto porcentaje de quienes se desencantaron con el PRI, cuando éste perdió fuerza, eligieron como su principal destino al PAN. Es paradójico que los panistas, que tanto criticaron al PRD por ser un desprendimiento del PRI, terminaron siendo el nido elegido por la mayoría de tránsfugas priistas.
Uno de los grandes dramas de la condición humana es manejar el poder o las ansias de alcanzarlo. Llevarlo a un plano más inmediato, una versión mexicanizada del mito fáustico sería el dilema que enfrentan los panistas de viejo o nuevo cuño: ¿seguirán siendo una copia pirata de los peores usos y costumbres priistas o encontrarán en su pasado heroico y prosaico la inspiración para redefinir su identidad?
www.sergioaguayo.org

Canal del Gobierno Legítmo en Youtube: RegeneracionTV

martes, 12 de enero de 2010

Periódico del Gobierno Legítimo


Va el primer número del periódico del Gobierno Legítimo Regeneración… comenzará a circular por todo el país a partir de este año 2010. Ayudemos a su difusión.
Hagan click en la imagen o en el link para ver el periódico completo.

¡¡¡Bodas gay!!!

Guadalupe Loaeza

Periódico Reforma

Precisamente porque creo en la institución del matrimonio (me he casado dos veces) apoyo el matrimonio entre una pareja de gays. Porque sí creo en el matrimonio, estoy convencida que cuando dos personas, aunque sean del mismo sexo, se quieren y desean compartir sus vidas, se deben casar, siempre y cuando esta pareja homosexual adquiera los mismos derechos que los matrimonios heterosexuales. Por último, considero normal que un matrimonio gay desee adoptar hijos o procrear hijos biológicos para educarlos con responsabilidad, amor y ternura, como cualquier pareja que aspira a formar una familia.No hay duda que el matrimonio gay es un tema álgido. Sin embargo, como bien dice Marina Castañeda en su libro La nueva homosexualidad, editorial Paidós, es uno de esos temas que "definen hacia dónde va una sociedad y dónde están sus líneas de fractura". Temática que también divide. Allí están las opiniones homofóbicas del conductor (¿será normal?) del programa Matutino Express, Esteban Arce: "¿Ser homosexual, es normal?"; o las del propio cardenal Norberto Rivera: "A nosotros también nos quieren prohibir hablar en nombre de Jesús, predicar su doctrina, cumplir con el mandato del señor... defender el vínculo sagrado del matrimonio". Es evidente que la (muy desprestigiada) Iglesia Católica no está de acuerdo en casar a homosexuales. También es evidente que los gays no quieren casarse por esta institución, jamás lo han pretendido, pero a partir de marzo, en la Ciudad de México (la isla de libertades en el país de prohibiciones, como llama Sabina Berman al DF) ya podrán casarse pero por lo civil. En un Estado laico como es el nuestro, es el único matrimonio que cuenta. Lo anterior lo explica muy bien Marina en su libro: "El tema del matrimonio gay atañe a todo el mundo porque, a final de cuentas, involucra una serie de valores que han sido centrales en las sociedades occidentales desde el Siglo de las Luces: la libertad individual, el papel del Estado en la vida privada, la separación entre Iglesia y Estado, y varios temas más recientes como la composición de la familia, la equidad de género, los derechos de las minorías y la participación de la sociedad civil en la elaboración de las leyes".Gracias al libro de Castañeda descubrí muchos aspectos legales en lo que se refiere a los matrimonios gay; me enteré que el matrimonio otorga muchos más derechos que la Sociedad de Convivencia (2007), una formalización legal frente a la autoridad correspondiente entre dos personas que pueden ser pareja o no. Por ejemplo, la sociedad de convivencia tiene una validez nada más local, si las dos personas están viajando en otro país su unión no está reconocida en caso de accidente o enfermedad. En cambio en un matrimonio heterosexual hay una serie de beneficios fiscales, crediticios, frente a las aseguradoras, o incluso para obtener membresías familiares en clubes y comercios, y tiene validez internacional, lo cual todo lo anterior no ofrecen las sociedades de convivencia.Hay que decir que lo importante no es que deban o no casarse las parejas homosexuales, sino que puedan elegir libremente esta posibilidad, igual que sus pares heterosexuales. Esta libertad de elección en las parejas gay se aplica asimismo a la homoparentalidad. Se trata en este caso de darles plenos derechos parentales a las parejas homosexuales que estén criando hijos no sólo adoptivos, sino sobre todo a los hijos biológicos que ya existen de las mujeres lesbianas y de los hombres gay en relaciones heterosexuales anteriores. "Finalmente, existe la posibilidad de que una pareja homosexual ya constituida procree hijos propios, ya sea a través de relaciones sexuales con una persona del otro sexo quien entonces cedería sus derechos parentales, o con la ayuda de la inseminación artificial", escribe Castañeda. Pero lo importante hoy día es darles garantías y protección a estos niños, ya que "si el padre o madre biológico fallece o queda incapacitado, el niño quedará básicamente huérfano; no gozará de la seguridad que tendría si los dos miembros de la pareja tuvieran derechos parentales". Sobre cómo son educados estos niños de parejas homosexuales en muchos estudios especializados han encontrado que tales criaturas crecen con la misma salud mental y física, con el mismo desempeño escolar y el mismo nivel de adaptabilidad social que los niños criados por parejas heterosexuales. (Habría que preguntarse cómo una pareja de padres heterosexuales tuvo un hijo como Al Capone). Es importante señalar que, contrariamente a lo que se piensa, no hay mayor incidencia de homosexualidad en estos niños. Cuestión de sentido común: si los niños imitaran la orientación sexual de sus padres, no habría homosexuales en el planeta. No hay duda que la sola heterosexualidad no garantiza que las personas se conviertan en buenos padres. Es obvio que la sola homosexualidad tampoco garantiza que serán buenos padres.Por último diré que nada me gustaría más que ser testigo de una boda gay. ¿Por qué? Porque sí creo en la institución del matrimonio. Estoy a sus órdenes... gloaeza@yahoo.com

Abarrotes "Mi Guerrita"


¡Qué asco me dan los gays!

Marta Lamas
Revista Proceso
La legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, junto con el derecho a que adopten criaturas, ha desatado una andanada de respuestas críticas entre las que sobresalen las campañas de odio homofóbicas. Lo de los obispos era previsible, aunque no en ese nivel (el obispo de Aguascalientes, ignorando a Darwin, dijo: “Ni siquiera los perros hacen sexo con perros de su mismo sexo”). En la Ciudad de México, por lo que muestran las encuestas y la red de conversaciones, se ha alcanzado un nivel civilizatorio muy aceptable aunque no faltan los que sueltan frases del tipo de: “Yo estoy a favor de que las parejas homosexuales tengan derechos, ¡pero la verdad me da asco pensar lo que hacen en la cama!”
Hace tiempo la antropóloga británica Mary Douglas explicó, en su famoso libro Pureza o peligro, que el asco no sólo es una reacción biológica, sino que básicamente es una construcción humana: lo que nos da asco depende de nuestra percepción de las reglas sociales, o sea, de nuestra cultura. La homofobia es una combinación de asco, miedo y odio, pero como no es políticamente correcto sentir odio por los homosexuales, y como nadie acepta tener miedo (¿a la atracción?), el asco resulta ser el sentimiento que se manifiesta más frecuentemente. Se siente asco por aquellas personas a las que se desprecia (en ocasiones también lo provocan los políticos). El asco es el sentimiento despectivo cuya siguiente etapa es un rechazo muy activo.
El problema político con el discurso del asco es que deriva en prácticas excluyentes, incluso, represivas. La antropóloga peruana Rocío Silva considera que el asco es una forma de construir una “otredad”. Las fronteras entre lo que aceptamos y lo que nos da asco crean una división entre “nosotros” y los “otros”. Silva llama basurización simbólica a una forma de organizar al otro como elemento sobrante de un sistema simbólico. La Iglesia católica acepta únicamente la heterosexualidad reproductiva, y condena la homosexualidad como motivo de abominación. Así, el dogma católico, entretejido en la cultura mexicana, alienta la basurización simbólica de las personas homosexuales. Este tipo de asco “ideológico” genera no sólo rechazo a la otredad, sino también miedo teatral a la contaminación. Por eso, además de ver a lesbianas y gays como seres degenerados o anormales, se les considera peligrosos y se teme que “corrompan” a los demás.
Los seguidores del Vaticano no se preguntan por qué varios países han borrado toda referencia al sexo en los contratos matrimoniales ni indagan por qué se permite a parejas del mismo sexo adoptar. Desconocen que sociedades preocupadas por hacer efectivo el principio de no discriminación encontraron lo negativo que era normar la ciudadanía a partir de la vida sexual, y eso condujo a cambios legales para dar igualdad jurídica a la diversidad sexual. Contar con una legislación que explícitamente vea en la homosexualidad una conducta lícita ha sido un avance democrático indudable, aunque, como bien nos explicó el obispo Lozano Barragán, esa forma de amar impide llegar al cielo.
Ahora bien, la basurización simbólica que en nuestro país se hace de las lesbianas y los gays se apoya en la ignorancia cerril de quienes desconocen los planteamientos éticos y políticos, psicoanalíticos y antropológicos que han llevado a reformular el estatuto social y jurídico de la homosexualidad. En México amplios sectores de la población aún ven en la homosexualidad una degeneración asociada con pedofilia, pederastia y prostitución. Las patéticas muestras de intolerancia de los funcionarios del Vaticano en nuestro país y el asco “moral” que expresan algunos sectores de la población hablan no sólo del desprecio por los otros, sino también de su autocomplacencia: “Te agradezco, Señor, que no me gusten los vecinos o mis acólitos”, algo no pronunciado por Marcial Maciel.
La reciente reforma en el Distrito Federal, concebida como una acción antidiscriminatoria, no va a impulsar por sí sola una mejor comprensión sobre la sexualidad humana ni tampoco va a esclarecer cómo se construye la orientación sexual. Si bien la estricta aplicación del principio de igualdad obliga al debate público sobre el tema, es muy probable que la carencia de información científica al respecto haga que se ventilen prejuicios y opiniones personales.
Como las fuerzas conservadoras van a impugnar la decisión de la mayoría de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, no estaría de más una discusión pública sobre el asco, la basurización simbólica, la discriminación y el principio de igualdad. Eso sí, habría que compartir un piso mínimo de conocimiento con una serie de lecturas básicas; por ejemplo, la de Mary Douglas. Ella explica que en muchas culturas lo situado en lugares inadecuados provoca asco. ¿Será por eso que las personas que piensan que las lesbianas y los gays que quieren casarse y tener una familia están “fuera de lugar” también suelen sentir asco?
¿Qué es lo opuesto al asco? ¿El amor, el respeto, la indiferencia? ¿Por qué hay gente capaz de decir: “Yo respeto que cada quién haga de su vida un papalote, pero me da asco pensar en dos hombres o dos mujeres ayuntándose”? No da asco lo que se respeta. Hay mucho sobre lo cual reflexionar y seguiré en mis próximas colaboraciones.