lunes, 11 de mayo de 2009

Ahumada o la dialéctica del traidor

Por Epigmenio Carlos Ibarra/Milenio
En la guerra en El Salvador escuché por primera vez y a propósito de la deserción del comandante guerrillero Alejandro Montenegro de la llamada “dialéctica del traidor”. Sucede con frecuencia, decían los ex compañeros del desertor que provocó con sus delaciones incontables muertes y enormes pérdidas a la insurgencia, que quien fruto de la presión, la tortura o simplemente la ambición, ha cometido una traición pierde, en un momento determinado del proceso, toda contención, todo recato y termina confesando incluso cosas que ni siquiera han puesto sobre la mesa sus interrogadores.
Sabedor de su infamia el traidor la lleva así, preso de una perniciosa dialéctica, hasta el extremo; para castigarse se esfuerza en demostrarse a sí mismo, cubriéndose de una iniquidad sobre otra, que es un ser execrable, que ha perdido todo escrúpulo, todo vestigio de integridad y se vuelve entonces, para ponerlo en la jerga de los judiciales mexicanos, uno de esos miserables que necesitan sólo dos golpes: uno para comenzar a hablar y otro para callarse. De esa calaña es, a confesión de parte relevo de pruebas, Carlos Ahumada.
Muy mal ha dejado, este controversial personaje, en su libro “Derecho de réplica”, al menos a juzgar por los fragmentos publicados este jueves en El Universal, a quienes junto a él conspiraron para destruir a López Obrador. Peor todavía a quienes en la prensa lo han defendido con tanto denuedo; ¿qué argumentos pueden hoy esgrimir ante tamaña exhibición de vileza? ¿Y los que supuestamente hicieron gala de profesionalismo y sagacidad periodística con la presentación de los videos? ¿Dónde quedan ellos al descubrirse que eran parte de una farsa; meros instrumentos de los conspiradores? No deja Ahumada títere con cabeza; tampoco salidas a los involucrados pues no es otro el que habla, es él mismo quien lo confiesa todo.
Decían muchos, burlándose, que no hubo tal “compló” contra AMLO. Pues ahí lo tienen; un complot con todas sus letras. Ahumada lo describe con pelos y señales. Desnuda a los participantes y sus motivaciones. Pero no se queda en la mera mención de los villanos conocidos sino que se da el lujo de ensanchar la lista. Al viejo saco donde estaban Fox, nada menos que el Señor Presidente de la República, Salinas de Gortari, el ex presidente, Diego Fernández de Cevallos, el presidente del Senado y Rafael Macedo de la Concha, el Abogado de la Nación, nada más y nada menos, mete hoy Ahumada, ya encarrerado e inmerso en esa dialéctica, a nuevos compinches. Entre otros a Santiago Creel, a Manuel Andrade, al egregio Arturo Montiel y por supuesto a la ya de por sí impresentable Elba Esther Gordillo. La lista es amplia y seguro –Ahumada advierte que tiene más videos en su poder– aun quedan otros nombres por agregar. Lo dicho; ya en la tesitura de la delación siempre puede sumarse una traición más.
¿Qué dirán ahora los que atribuían a la imaginación tropical y calenturienta –nunca escatimaron adjetivos– de López Obrador la existencia de un complot en su contra? ¿Que Ahumada miente? ¿Que enloqueció? ¿Que está al servicio de intereses oscuros? ¿Que lo quebraron los cubanos? ¿Que lo están chantajeando? ¿Que lo reclutaron Ebrard, Encinas o López Obrador? ¿Que es un triple agente y su verdadero objetivo es golpear al PAN y al PRI antes de las elecciones intermedias?
Negaron, estos detractores a ultranza de AMLO, hasta el cansancio lo que era obvio; que ilegalmente el poder conspiraba para sacar de la carrera presidencial a un candidato inaceptable; que nada detuvo a Fox para establecer las más oscuras alianzas con este fin, que este triste e indigno personaje, conspiró, desde la más alta magistratura además, para dar un golpe de estado mediático al gobierno legítimo de la Ciudad de México y tras este fallido intento pasó luego, con la complicidad de procurador general de la República, al sainete del desafuero y de ahí a la descarada y confesa intervención en las elecciones presidenciales del 2006.
Ante la evidencia proporcionada por uno de los protagonistas de esta farsa que muestra el grado de corrupción y deterioro de la clase política en el poder ¿con qué van a salir hoy estas buenas conciencias?
Nada, sin embargo, hablando de esta conspiración sostenida apenas con alfileres, son las acusaciones de Ahumada a sus múltiples cómplices en los más diversos niveles del gobierno y del PRI instalado ya en la oposición, frente al colmo del patetismo; Rosario Robles con la banda presidencial al pecho y Carlos Salinas de Gortari, quien segundos antes se la ha colocado, diciéndole: “Te luce bien”. Triste destino para la que fuera dirigente de la izquierda mexicana. Colofón lamentable, si los hay, a la tan ridícula y desdichada historia de amor, que produjo prodigios epistolares como aquel en el que Rosario le decía a Ahumada, a la sazón prófugo en Cuba, “…contigo en la distancia…”.
Pero más allá de estos detalles ridículos y vergonzosos está el hecho de que la “dialéctica del traidor” ha llevado a Ahumada a poner de nuevo el dedo en la llaga. La incipiente democracia mexicana fue, en el sexenio de Vicente Fox vilmente traicionada y de esa traición, que no de un proceso electoral limpio e incuestionable, salió Felipe Calderón beneficiado. Esa marca de origen no se borra y Ahumada, en todo caso, no hace sino reanimar la memoria.

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