lunes, 12 de mayo de 2008

Me vale madre

Lo dijo contundentemente: le valen madre las críticas. Es más, mandó a "chingar a su madre" a quienes lo han cuestionado. Sí, así se expresó el señor Emilio González, gobernador del estado de Jalisco. ¿El motivo? La prensa y muchos ciudadanos se quejaron del apoyo económico que le brindó a la Iglesia católica, en nombre del gobierno que encabeza, para apoyarla en la construcción de un santuario en Tlaquepaque. La reacción de los medios y de la ciudadanía no se hizo esperar: "¡Que renuncie!", "¡No puede ser!" Los reclamos son atinados y necesarios, claro, pero, ¿de qué nos sorprendemos? No hay por qué mostrar incredulidad ante lo dicho y hecho por González Márquez. En primer lugar, la clase política mexicana está muy lejos de ser perfecta. Resulta más que obvio que en este país la impunidad es la regla y no la excepción, sobre todo cuando hablamos de políticos, funcionarios públicos, etcétera (por eso, y porque no es una persona cívica, al señor González le vale madre que lo cuestionemos: total, incluso si lo que ha hecho está fuera de la ley, ¿quién lo va a sancionar?). Pero, más allá de esto, lo ocurrido no sorprende porque a los mexicanos -salvo algunas excepciones que siempre están y han estado presentes- muchas cosas nos valen madre. Y entre ellas destacan el respeto al prójimo y, de la mano de lo anterior, a lo público. De esta manera, lo que el gobernador González ha hecho es, simplemente, evidenciar que es mexicano. ¿Exagero? Muy bien, le invito a usted, amigo lector, a que reflexione sobre su vida cotidiana: qué ve, escucha, hace, dice, etcétera, cuando, por ejemplo, pasea al perro o va manejando. En concreto, fíjese cómo interactúa con quienes le rodean. Esto es lo que yo he detectado: Es muy difícil estacionarse en la vía pública. Parte del problema se origina porque hay más autos que espacio, sí, pero también porque los "franeleros" se han apoderado de las calles. Lo han hecho porque no respetan nada ni a nadie y porque la autoridad se los ha permitido (de nuevo: el imperio de la impunidad). Por doquier hay vehículos estacionados en doble fila, lo que evidencia que hay quienes no respetan a los propietarios de los autos que están estacionados decentemente ni, mucho menos, el espacio público, que es de todos, es decir, la calle misma. Abundan los perros sin correa. Muchos son callejeros, claro, pero muchos otros no. De seguir así, todo valdrá madre; ¡bonito país el que le dejaremos a nuestros hijos! ¿Y a usted, amable lector, le vale madre?
Artículo de Armando Román Zozaya
Reforma/07 de Mayo 08



Es increíble que la derecha, en un país laico, compare el uso de recursos públicos para la iglesia con la existencia de los franeleros o los perros sin correa. Como justificar a un funcionario público que manda a chingar la madre de sus opositores, poco o nada falta para que los mande a chingar con la policía, los pfpos o los militares como acostumbran los panistas.
Queda evidenciado que hasta las acciones más irracionales tienen paleros que “expliquen” la podredumbre que (des)gobierna.

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